Inversión extrajera directa como estrategia de crecimiento en México y su impacto sobre el ingreso nacional y la desigualdad

Foreign direct investment as a growth strategy in Mexico and its impact on national income and inequality

Jesús Vaca Medina
Universidad de Guadalajara , México
Gustavo Vaca Medina
Universidad de Guadalajara, México
César Omar Mora Pérez
Universidad de Guadalajara, México

Diagnóstico FACIL Empresarial Finanzas Auditoria Contabilidad Impuestos Legal

Universidad de Guadalajara, México

ISSN: 2007-2147

ISSN-e: 2683-1481

Periodicidad: Semestral

núm. 5, 2016

facil.udg@gmail.com



Resumen: Las bases del capitalismo y del libre mercado marcan que el crecimiento económico sostenido impactará en el largo plazo de manera directa en sociedades más prósperas e igualitarias. México, así como muchos países de América Latina, ha optado por la estrategia de la inversión extranjera directa como fuente de empleos y de crecimiento económico en el corto plazo con el objeto de aprovechar el dividendo demográfico, sacrificando de esta manera el bienestar y desarrollo de la población y de las clases vulnerables en el largo plazo. Esto se ha visto evidenciado en la decreciente proporción del ingreso nacional sobre la producción y en la clara reducción de la capacidad recaudatoria que incentiva el incremento de la deuda y perjudica la salud de las finanzas públicas a consecuencia de los programas fiscales para este tipo de inversión.

Palabras clave: Inversión extranjera directa, ingreso nacional, finanzas públicas.

Abstract: The bases of capitalism and the free market mark that sustained economic growth in the long-term impact directly in more prosperous and egalitarian societies. Mexico and many countries in Latin America, has chosen the strategy of FDI as a source of jobs and economic growth in the short term in order to take advantage of the demographic dividend, sacrificing in this way the welfare and development of the population and vulnerable classes in the long run. This has been evidenced in the declining share of national income on production and the clear reduction in revenue capacity that encourages the increase of debt and damages the health of public finances as a result of tax programs for this type of investment.

Keywords: Foreign direct investment, National income, Public finances.

Introducción

A lo largo de la historia, la economía mundial ha mostrado cambios constantes, lo cual ha sido el reflejo de la combinación de los avances tecnológicos del ser humano y de cómo estos les permiten cubrir las necesidades de la población. Sin embargo, ha quedado claro que en el mundo moderno estos cambios son más rápidos y radicales, lo que exige una acelerada adecuación de los agentes involucrados en estos sistemas.

A finales del siglo XVIII y la primera mitad del siglo XIX hubo un acontecimiento histórico que transformó totalmente las sociedades de aquella época, pero con relevantes consecuencias sobre el comercio internacional, la economía y la calidad de vida de la población: la Revolución Industrial.

Este acontecimiento permitió pasar de un mundo manual y rudimentario a una nueva dimensión que daba a la sociedad nuevas herramientas para la elaboración de sus tareas. Sin embargo, la gran revolución, como su nombre lo dice, fue en la industria, lo que permitió pasar de un mundo eminentemente agrícola a uno industrializado, con procesos más rápidos y eficientes que redujeron los costos de producción, posibilitando el acceso del grueso demográfico a una gran cantidad de bienes y servicios que antes no podían conseguir, incrementado de esta manera la calidad de vida promedio de toda la población. Sin embargo, lo que también dio la revolución industrial, fue el comienzo de la separación y de la desigualdad entre países a causa del modelo económico adoptado en aquella época.

Las ideas de la economía política clásica del siglo XVIII y XIX de Adam Smith, David Ricardo y Karl Marx, entre otros, sobre la complejidad de los mercados y la esencia heterogénea de éstos, asumiendo que cada uno funciona de manera muy diferente y tiene implicaciones directas sobre el bienestar de la sociedad, se vieron amenazadas fuertemente a finales del siglo XIX por la llamada revolución marginalista.

Estos autores clásicos asumían que el Estado era una pieza fundamental en el correcto funcionamiento de cada uno de los mercados, y que solamente con su participación e intervención era posible alcanzar el máximo bienestar social y la justa distribución de los recursos.

Sin embargo, entre los años de 1870 y 1880, justamente cuando terminaba la Revolución Industrial en Estados Unidos e Inglaterra, y la industrialización estaba en pleno desarrollo en otros cuantos países europeos, acompañada de crecimiento económico, surge la nueva corriente de la economía neoclásica con las aportaciones de Walras y Merger principalmente. A este cambio de paradigma se le conoce como la revolución marginalista (Satz, 2015).

Esta nueva corriente de la economía no diferenciaba entre mercados ni factores productivos, por lo que asumían que la oferta y la demanda determinarían automáticamente el valor de los recursos en cada uno de ellos (independientemente que sean personas, tasas de interés, o meras manzanas) gracias a la acción de la mano invisible y al funcionamiento automático del mercado.

Este modelo neoclásico y todos sus supuestos sobre el equilibrio, el máximo bienestar social alcanzado con mercados libres y competitivos (fundado y justificado en el teorema del Estado del Bienestar) y funcionamiento de los mercados es el que se conoce hoy en día y es el más difundido en las ciencias económicas.

Entonces, cuando la Revolución Industrial estaba en pleno apogeo en gran parte del mundo, se comienzan a adoptar estos nuevos supuestos económicos que traerían una nueva concepción del mundo, basada en la homogeneidad de los mercados y la poca preocupación por la separación de las clases sociales. Esto permite tener una buena aproximación sobre el por qué fue el periodo en el que la desigualdad comenzó a desarrollarse fuertemente entre países y dentro de los mismos.

Unos años más tarde, Estados Unidos, en la década de 1930, y los países europeos triunfadores de la segunda guerra mundial, principalmente el Reino Unido, adoptaron las ideas del modelo económico keynesiano, las cuales incentivaban la intervención y participación del Estado en muchos escenarios económicos de sus países, promoviendo el crecimiento económico a través de la política fiscal y el gasto público.

El modelo keynesiano sostiene que el Estado debe tener la capacidad de estimular el crecimiento económico impulsando los incrementos en la demanda, a través tanto del gasto público como del crédito. Es decir, el gobierno debe mostrar interés y gran participación en las actividades de mercado, con la finalidad de asegurar y de incidir directamente en el crecimiento de los países.

El Estado, a través de la política económica, debe ser capaz de fomentar el alcance de los objetivos macroeconómicos de un país, desde el crecimiento económico y el desarrollo social, hasta la correcta redistribución de la riqueza generada en el interior de un país.

Sin embargo, en los años posteriores, estos dos países veían como la Europa occidental destruida por las guerras les daba alcance rápidamente, logrando el crecimiento sostenido de sus economías internas y fortaleciendo sus finanzas públicas. Estados Unidos e Inglaterra no dudaron en culpar al modelo económico vigente en aquella época del aparente retraso de sus naciones.

Por estas razones, es en la década de 1980, impulsado en gran medida por la presidencia de Ronald Reagan en los Estados Unidos y el mandato de Margaret Tatcher en el Reino Unido con sus famosas “economías de oferta” o “economías monetaristas”, cuando comienzan las grandes olas de liberalización económica mundial y lo que conocemos como ideas neoliberales de libre mercado. Esta rama del pensamiento económico se conoce como la “escuela económica de Chicago”, con Milton Friedman como principal referente.

Este nuevo modelo monetarista propuesto y fundado por Friedman, y a su vez impuesto e impulsado por Reagan y Tatcher en sus diferentes naciones, se basa en que la oferta monetaria es indispensable para el control de la inflación, pero que el Estado solamente debe intervenir en las actividades económicas para crear y asegurar el libre mercado a través, principalmente, de la reducción de impuestos y de la privatización de las industrias.

La adopción de este nuevo modelo económico y la liberalización de las fronteras, en una economía que aún era cerrada, fueron las condiciones impuestas por los organismos internacionales y los países desarrollados para apoyar a México para salir de la crisis de la deuda que enfrentó a finales de la década de 1980. El capitalismo fue visto con buenos ojos en nuestro país ya que prometía altas tasas de crecimiento económico, lo que permitiría que la población mexicana tuviera acceso a una mejor calidad de vida. Además, este mecanismo, sin ningún tipo de ajuste ni intervención, solucionaría los problemas de pobreza y desigualdad, muy comunes en un país que recién pasaba por una profunda crisis económica.

Sin embargo, pese a estas grandes promesas, el ilusorio desarrollo económico prometido por el capitalismo, la globalización y los consiguientes tratados internacionales ha devenido en lo opuesto: empobrecimiento creciente y desigualdad social. La realidad ha demostrado que el libre mercado parece no ser el eficiente asignador de recursos que se había planteado ni el mejor camino para lograr el bienestar social. De hecho, presentar a los mercados como el mecanismo más eficiente para organizar la producción y distribuir los bienes de manera igualitaria en una economía compleja, es una hipótesis muy cuestionable (Satz, 2015).

Los defensores de este modelo neoliberal se aferran a los mecanismos de ajuste automático que propone el libre mercado, y aseguran que el crecimiento económico sostenido es la vía más directa para lograr la prosperidad y desarrollo de los países. En pocas palabras, este modelo asume que una nación que logre mantener un ritmo de crecimiento más o menos alto y estable irá aumentando su prosperidad a la misma tasa, además que por mecanismos de ajuste automático, el mercado irá reduciendo los niveles de desigualdad en el mediano y largo plazo.

Todo parece indicar que México ha adoptado fielmente este modelo, y gran parte de sus estrategias se basan en lograr el máximo crecimiento económico posible sin estudiar el impacto en la distribución de la riqueza y los ingresos, incluso sin preocuparse por el destino del flujo derivado de la producción interna.

En este documento se limita la discusión a la estrategia de la Inversión Extranjera Directa como impulso para alcanzar el máximo crecimiento económico posible en México. El objetivo es demostrar que la estrategia de ied masiva a la que ha incurrido nuestro país ha ocasionado que el ingreso nacional sea mucho menor que la producción, lo que impacta directamente en el poco desarrollo social y el aumento de la desigualdad y la pobreza en el largo plazo.

Se toman como referencia las bases metodológicas desarrolladas en el texto de “El Capital en el siglo XXI” de Thomas Piketty (2014) y, utilizando los datos disponibles del Sistema de Cuentas Nacionales, se pretende demostrar que las estrategias de ied seguidas en México actúan en sentido contrario al discurso de mayor bienestar en lo económico y de mayor juego democrático en lo político.

Teorías pro capitalismo y crecimiento económico sostenido

Varios autores aseguran que el crecimiento económico, siempre que sea en mercados libres y sin ningún tipo de intervención del estado, salvo las cuestiones básicas como derechos de propiedad, es el camino directo al éxito del país y en el largo plazo soluciona todos los problemas de desarrollo y desigualdad. Ya lo mencionaba Kuznets a mitad del siglo XX, con su famoso estudio sobre desigualdad social en Estados Unidos: las sociedades cuando deciden echar mano de las bondades del capitalismo, suelen acrecentar sus niveles de desigualdad social, ya que una parte de la población concentra los ingresos generados por los avances que posee; sin embargo, en el largo plazo, estos avances permitirán mejores oportunidades laborales y que el resto de la población comience a escalar en la pirámide social, terminando con una sociedad igualitaria, apoyada siempre por las fuerzas del libre mercado. Esta evolución de la desigualdad en una sociedad es lo que se conoce como la curva de Kuznets.

Por otro lado, De Mattos (1997) asume que cuando a las fuerzas del mercado se les permite jugar libremente, no se requieren instrumentos de política económica para combatir la pobreza, ya que el crecimiento económico en mercados libres tiende al equilibrio sin ningún tipo de distorsión social.

Estas teorías neoclásicas proponen la implantación de mercados libres y competitivos, un capitalismo en donde el Estado no intervenga más que para garantizar la libertad de los mercados y los agentes económicos, tal y como lo establece el equilibrio general de la economía neoclásica.

Esta corriente de la economía contemporánea trabaja en base al famoso teorema de la mano invisible: “si se tiene una economía en la que todos los individuos eligen libremente de acuerdo con sus propios intereses racionales, entonces, dadas algunas cuestiones técnicas, el equilibrio que surgirá será Pareto Óptimo” (Basu, 2013).

Invitan a suponer que en el largo plazo el crecimiento económico equilibrará todas estas cuestiones sociales, por lo que los países y sus gobiernos deben preocuparse por generar estrategias y caminos adecuados para el libre funcionamiento de los mercados, los cuales generarán el mayor crecimiento posible de la economía. Sin embargo, dice Piketty (2014), no se tiene ninguna razón ni prueba empírica para creer en este supuesto. También, Basu (2013) asegura que las condiciones y supuestos con los que trabaja el teorema de la mano invisible son muy rigurosos y prácticamente imposibles de cumplir, por lo que ese equilibrio donde se maximiza el bienestar social es igualmente imposible de alcanzar; pese a que matemáticamente se ha logrado demostrar este teorema.

Es en este marco teórico en dónde nuevos economistas, la gran mayoría escritores de este nuevo siglo XXI, han salido a levantar la voz contra este modelo económico debido a los problemas sociales que ha generado, así como a la evolución ascendente que han seguido los indicadores de pobreza y desigualdad que no han dejado de avanzar y agravar la situación en los últimos años.

Este grupo de autores están de acuerdo con los anteriores en el aspecto que lograr un crecimiento económico sostenido es la vía correcta para alcanzar el desarrollo nacional y el máximo bienestar social. Sin embargo, piensan que el crecimiento económico no hará toda la tarea, ya que ha quedado demostrado que el capitalismo suele beneficiar a una élite, es decir, a una parte muy reducida de la sociedad. Ellos aseguran que este crecimiento económico debe ir acompañado de políticas adecuadas que favorezcan la correcta y equitativa distribución de los ingresos generados por este proceso para llegar a una sociedad más justa, próspera e igualitaria (Lustig, 2002; Medina y Galván, 2014).

Estas teorías poseen un fundamento válido y justificado, sin embargo, aún carecen de consistencia a la hora de evaluar los problemas y alcances del capitalismo. Lo que ignoran y dejan pasar estas teorías es la parte más importante de la divergencia social que genera el modelo capitalista: la naturaleza, el peso y la importancia de las fuentes y flujos de ingreso.

Lo que ocasiona el capitalismo es una diferenciación en la naturaleza de las fuentes de ingreso, ya que estas pueden ser ingresos por capital o ingresos por trabajo, evidenciándose en varios trabajos de investigación, entre ellos el de Piketty (2014), que asegura que los ingresos por capital suelen ser mucho más grandes e importantes que los ingresos por trabajo.

Ahora bien, el capitalismo neoliberal en este mundo tan globalizado ha ocasionado que el planeta entero se convierta en un mercado único, en donde las fronteras territoriales han dejado de existir a la hora de los negocios gracias a las ideas del libre mercado sobre la liberalización comercial y reducción de los impuestos.

Es por estas razones que la idea del crecimiento económico sostenido acompañado de políticas de distribución de los ingresos ha quedado obsoleta en la actualidad, ya que olvidan tomar en cuenta estos temas de gran trascendencia sobre los flujos de ingresos en un mercado regido por el peso del capital. Aunado a esto, tampoco se valora que estos flujos de ingreso, además de provenir del rendimiento del capital o del trabajo, pueden ser generados por extranjeros e irse a propiedad de estos, que gracias a las bondades de la globalización tienen la capacidad de producir o trabajar en otros países, sin formar parte de la sociedad de dicha nación.

Para efectos de este documento y de la especificidad del mismo, se ha trabajado solamente con la cuestión de la liberalización económica, apertura comercial internacional y reducción de impuestos arancelarios que han facilitado la inversión directa entre países y su influencia en el ingreso nacional; dejando fuera del alcance de este estudio la identificación y separación de las diferentes fuentes de ingreso.

Para trabajar en este sentido, hay que estar conscientes que para medir el tamaño de una economía, así como su evolución a través de los años mediante las famosas tasas de crecimiento, se remite siempre a la producción o al ingreso nacional. El producto interno bruto (PIB) es el indicador que refleja la cantidad de bienes y servicios finales producidos en una economía en un determinado periodo de tiempo. También puede calcularse mediante los ingresos o por el valor agregado en las etapas productivas, pero esta definición es la más aceptada y utilizada.

Toda esta producción del país debe ser repartida a manera de ingresos entre sus habitantes; ya sean ingresos por trabajo (como sueldos, honorarios, etc.) o sean ingresos de capital (beneficios, dividendos, etc.). Ya se ha mencionado que estas fuentes de ingresos juegan un papel trascendental en la desigualdad social de un país, sin embargo el alcance de este documento solamente abarca lo referente al ingreso nacional.

El objetivo de este trabajo de investigación es demostrar que una de las estrategias de desarrollo más importantes que ha impulsado el gobierno federal desde hace varios años y administraciones, como lo ha sido la inversión extranjera directa (IED), ha ido orientada a seguir la escuela de la economía neoclásica buscando lograr el crecimiento económico sostenido, sin preocuparse por cuestiones más profundas como la proporción del ingreso nacional de la producción total, y mucho menos por analizar la naturaleza de este ingreso.

La metodología empleada en este trabajo para calcular el ingreso nacional nos llevará a una cifra muy parecida a lo que se conoce como producto nacional bruto, es decir, se contabilizarán los ingresos generados solamente por mexicanos, sea en territorio nacional o en el extranjero, y se le restará el valor de todos aquellos ingresos generados por extranjeros en el territorio nacional. Esto permitirá entender de manera más clara cómo la ied ha impactado en el ingreso nacional como proporción de la producción.

Cuando se estudia los ingresos por la naturaleza de su fuente, se puede comprobar que la ied genera casi en su totalidad ingresos provenientes por capital, es decir, los dividendos y las ganancias de las empresas que se instalan y operan en México. Entonces, lo que hacen estas empresas bajo el funcionamiento de la IED masiva es dejar una rebanada del pastel a manera de salarios para los mexicanos, como ingresos por trabajo, mientras la gran parte que son los dividendos se los llevan a sus países de origen.


Para ello se utiliza la siguiente fórmula:

donde la producción interna se refiere a la producción neta realizada por mexicanos en su propio país; mientras que los ingresos netos recibidos del extranjero se refiere a la diferencia entre los ingresos de mexicanos que ganaron fuera del país menos los ingresos de extranjeros que se produjeron dentro de la nación.

Inversión extranjera directa

La IED es la participación directa de empresas foráneas (o también conocido como colocación de capitales a largo plazo) en el territorio y en la economía nacional. Esta participación requiere del uso de espacios físicos, tales como construcción de tiendas, hoteles, supermercados, hospitales, etc.

Su principal objetivo, según la Secretaría de Economía, es crear un interés duradero y con fines económicos y empresariales a largo plazo por parte de inversionistas extranjeros. Además, es un importante catalizador para el desarrollo, ya que tiene la capacidad de generar empleo, incrementar el ahorro, estimular la competencia e incentivar la transferencia de nuevas tecnologías entre países.

La inversión extranjera directa es una herramienta muy útil que pueden utilizar los países para fomentar el crecimiento y desarrollo de nuevas empresas, o de las pequeñas ya existentes, incorporándolas a la cadena de valor de estas firmas multinacionales, a la vez que transfieren tecnología y optimizan la curva de aprendizaje que les permita hacer más eficientes sus procesos y alargar la esperanza de vida que es muy corta en nuestro país (alrededor de 8 de cada 10 nuevas empresas, terminan operaciones antes de los dos años).

En México, así como en la mayoría de países en vías de desarrollo, esta estrategia ha sido la más utilizada por parte de los gobiernos para combatir la falta de empleo y de inversión privada local, variables a las que se les achaca los altos niveles de pobreza, y que además impactan negativamente en el crecimiento económico del país al reducir el consumo y la inversión productiva. Las principales razones: es la forma más fácil de crear nuevos empleos, aunque estos sean de muy baja calificación laboral con largas jornadas y sueldos muy bajos.

Prueba de ello es que en 2012, Bruno Ferrari, en ese entonces Secretario de Economía de la nación, destacó que “la IED ha sido la mejor aliada para impulsar el crecimiento económico y la búsqueda de mejores condiciones de vida y bienestar para la población; y que esta creciente ola de inversiones que recibe México se debe a la gran disciplina económica y solidez de la política pública que se siguió bajo el mando del Presidente Felipe Calderón”.

A través de estas declaraciones y las actitudes del gobierno federal que muestran el gran interés que tiene de atraer más y más empresas foráneas a invertir a nuestro país, se puede observar que han utilizado esta estrategia con la finalidad de incentivar el crecimiento económico y reducir la pobreza por falta de empleos.

En este artículo se propone que, pese a las ventajas antes mencionadas de la IDE y al optimismo con el que se le sigue viendo como generadora de fuentes de empleo, en realidad la IED“masiva” implementada por el Estado ha generado una amplia brecha entre el ingreso y la producción, además, funge como una fuerza de divergencia social, que en el largo plazo perjudicará al reducir el bienestar de la mayoría de la población.

Tabla1

Elaboración propia con datos obtenidos del Sistema de Cuentas Nacionales,INEGI

En la tabla 1 se observan los resultados obtenidos con el desglose de cuentas realizado con el objetivo de obtener la estimación del ingreso nacional propuesto. El primer valor que se requiere para esta medición es el de la producción total realizada en el interior del país, para lo que se utilizó la variable del PIB nominal a precios corrientes, ya que no es de interés en esta investigación quitar el efecto de los precios. Al PIB nominal se le restó la depreciación, ya que es un valor económico que, pese a ser no erogable y no tener una salida de efectivo real, los dueños de ciertos activos pierden a través del tiempo por el uso, desgaste u obsolescencia de los mismos.

En seguida, se llevó a cabo el cálculo de los ingresos netos que se van al extranjero. Se llegó a este valor tomando en cuenta los ingresos netos provenientes del trabajo, es decir, los ingresos que los mexicanos perciben por parte de una relación laboral asalariada fuera del país menos los ingresos generados por extranjeros asalariados en México. Por otro lado, se identificó los ingresos provenientes del capital, tanto de los flujos del extranjero hacia México, como de nuestro país hacia fuera.

Al realizar la suma de los ingresos netos generados por el trabajo más los de capital, se llega a los ingresos netos al extranjero, cuya cifra, desde 2003, muestra un signo negativo, es decir, los flujos de ingreso que se generan en México y salen del país hacia el extranjero, son mayores que los flujos que se generan en diferentes países por los mexicanos.

Cabe señalar que tanto en los ingresos por trabajo como capital es muy probable que exista un sesgo de medición que tienda hacia abajo debido a los mecanismos de evasión de impuestos, lo que ocasiona incentivos de dichas personas para no declarar fuentes de ingreso. Sin embargo, esta falta de información fidedigna siempre es mucho más crítica cuando hablamos de los ingresos provenientes del capital, debido a la facilidad de esconder esta información.

De esta manera, como se observa en la tabla 1, se obtiene lo que se denomina en este artículo como ingreso nacional: al PIB nominal se le resta la depreciación y los flujos netos al extranjero. Es decir, el ingreso nacional es el valor monetario que aproxima a lo que realmente ingresó a los bolsillos de los mexicanos, ya sea dentro o fuera del país.

La misma tabla 1 da lugar a varios puntos de análisis. En primer lugar, podemos contrastar el crecimiento promedio anual del PIB real (con año base en 2008) comúnmente utilizado de 2.6 % en el mismo periodo de análisis, mientras la producción en precios corrientes tuvo en crecimiento promedio de 8 % anual. También se puede observar que la depreciación del capital generado año con año gira en torno a los 11 -12 puntos porcentuales sobre el valor total de la producción.

Además, resalta la evolución sorprendentemente negativa de los ingresos netos recibidos del extranjero y a la proporción del ingreso nacional sobre la producción nominal. Los egresos netos al extranjero muestran un crecimiento promedio de casi 17% anual, casi lo doble del crecimiento de la producción interna. Se observa una tendencia a la alza de estos egresos, salvo el periodo de 2008 a 2010, momento de la crisis financiera mundial. Después de este periodo, vuelve otra vez a la tendencia creciente pero con más fuerza, con un incremento promedio anual de casi 50% entre 2011 y 2013. No es de extrañar que en estos años Bruno Ferrari promocionara las buenas estrategias de IED que estaba implementando el país.

Con estos datos se puede comprobar que gran cantidad de empresas y personas extranjeras están aprovechando nuestro país para producir y generar beneficios y ganancias monetarias, las cuales se están canalizando directamente para sus países. Este fenómeno ha avanzado críticamente en los últimos años, lo que invita a pensar que la estrategia de Inversión Extranjera Directa ha fomentado este fenómeno que no hace más que repercutir el ingreso nacional y bienestar social.

Por último, esta situación queda reflejada en el ingreso nacional como proporción de la producción, en donde se observa que México muestra un saldo negativo con el exterior. Esta diferencia ascendió a los 13 puntos porcentuales durante todo el periodo, sin embargo, desde 2011 ha mostrado una tendencia a la alza pasando de 13 a 15 por ciento de la producción. En otras palabras, de la producción total del país, solamente el 87 % se reparte vía ingresos entre la población, lo demás se pierde entre la depreciación y los flujos al extranjero. Pero esta tasa se reduce en 2012 y 2013 con 86 y 85 % de proporción del ingreso nacional respectivamente.

Sin tomar en cuenta a la depreciación del capital, la proporción del ingreso nacional sobre la producción en promedio de 2003 a 2010 fue de 98.22%, es decir, los flujos hacia el extranjero fueron solamente de 1.78 % del PIB. Sin embargo, si analizamos el periodo después de la crisis financiera, tuvieron una tasa de crecimiento de 1.79, 2.17 y 3.07% en los años de 2011, 2012 y 2013 respectivamente. Es decir, en este periodo se ha mostrado un crecimiento sostenido y muy importante de los flujos hacia el extranjero, lo que debe ser una señal para que el gobierno llevara a cabo medidas preventivas a tiempo.

Se propone que esta diferencia bastante considerable tiene una fuerte relación con las estrategias de inversión extranjera directa masiva que ha adoptado el gobierno federal como solución a los problemas de crecimiento económico, desempleo y pobreza. Además, con las medidas de apertura económica, fomento a la IED y las reformas estructurales adoptadas en este periodo encabezado por Enrique Peña Nieto, la proporción del ingreso nacional sobre la producción puede sufrir una baja considerable en los años venideros. La salida más fácil de resultados cortoplacistas, puede ser a largo plazo una fuerte amenaza muy difícil de controlar.

Impacto en las finanzas públicas del Estado

No obstante los perjuicios antes mencionados, la IED masiva tiene otro gran impacto negativo sobre la salud de las finanzas públicas mexicanas, y con repercusiones aún a corto plazo. El gobierno federal, con el objeto de atraer la mayor cantidad de empresas extranjeras y dar entrada para que operen en nuestro país, normalmente negocia ofreciendo facilidades en el uso de suelo y en la exención del pago de impuestos. Con esto, ha logrado que grandes empresas multinacionales inviertan en capitales a fin de emplear a ciudadanos mexicanos y reducir las altas tasas de desempleo.

Como se sabe, un Estado solamente tiene dos vías de ingreso para poder financiar sus actividades y su gasto: a través de los impuestos que pagan los contribuyentes, y a través de préstamos de terceros, es decir, la deuda. Cuando el gobierno incentiva la entrada de nuevas empresas permitiendo que no paguen impuestos por los beneficios generados en nuestro territorio, sacrifica cantidades importantes de ingreso que posteriormente tendrá que buscar alternativas para sustituirlos.

Es por estas razones que el gobierno federal se ve limitado en cuanto a los ingresos fiscales, cuyas alternativas de sustitución no son muchas: impuestos a los ciudadanos o con endeudamiento; además, debido a la gran dependencia hacia estas empresas, son ellas las que comienzan a tener mayor poder de negociación sobre el gobierno mexicano.

Dicha estrategia de facilidades fiscales ha ocasionado que el gobierno federal se vea obligado a buscar nuevas formas de financiamiento, teniendo que subir los techos de endeudamiento, lo que ha perjudicado fuertemente a las finanzas públicas del país. Esto se ha visto evidenciado en el gran aumento de la deuda pública, ya que de 2008 a 2013 ha incrementado a una tasa de 20.31 % anual, muy por encima del 7.8 % de crecimiento económico obtenido con el PIB nominal.

Deuda
pública neta
Gráfica 1
Deuda pública neta
elaboración propia con datos obtenidos del INEGI

Esta curva tan pronunciada en el endeudamiento neto del país ha generado mucha preocupación en el gobierno federal en este año 2016 y en el pasado 2015, ya que, además de ser completamente inadecuado e insostenible, genera incertidumbre en un contexto internacional muy volátil, principalmente debido a la constante baja del precio del petróleo y a la apreciación del dólar.

Es por esto que ya se han establecido medidas para solucionar este problema, y el Estado mexicano ha impuesto un plan de austeridad que implica una reducción fuerte del gasto público, orientado principalmente a reducir el gran déficit acumulado y mantener las fianzas públicas sanas (SHCP, 2015). Por ello, para el año 2016, se ha impuesto un techo de endeudamiento de 0.5 % del PIB.

Por otro lado, los incentivos fiscales y las facilidades otorgadas por el Estado han servido para atraer a las principales compañías que buscan oportunidades de IED, ya que se dedican principalmente a la manufactura u otro tipo de actividades industriales de procesamiento o transformación. Es decir, son empresas que llegan a México en busca de mano de obra barata y poco calificada, para realizar actividades operativas.

Por estas razones los países subdesarrollados que han optado por la estrategia de IED como herramienta para lograr el crecimiento económico sostenido han entrado a una fase de competencia mundial para ofrecer las mayores facilidades y exenciones, así como el menor salario mínimo para su mano de obra. Todo esto con el objetivo de atraer a la mayor cantidad de empresas extranjeras posibles. En gran parte, a ello se debe que México haya mantenido su salario mínimo muy bajo o con subidas muy poco significativas, incluso por debajo de la inflación, lo que genera una pérdida en el poder adquisitivo de la mayor parte de la población.

Los empleos generados por las empresas extranjeras que vienen a México casi siempre requieren de jornadas laborales muy largas y pesadas debido a los trabajos operativos que ofrecen, lo que exige poca calificación y especialización laboral, además, como consecuencia de esto, ofrecen sueldos muy bajos por actividades básicas.

A pesar de esto, el gobierno ha seguido apostando a la IED masiva y a la educación como solución a la pobreza y marginación. Sin embargo, si en el mercado laboral no hay oportunidades de empleo especializado, no hay motivo para que la educación sea el motor impulsor del desarrollo. Esto queda claro con el hecho que gran parte de los pobres en nuestro país están empleados y tienen un trabajo, pero tienen sueldos e ingresos muy bajos (Cantú, 2013).

Aunado a estos problemas, cuando la IED se convierte en estrategia masiva, las firmas comienzan a establecerse en el país generando un porcentaje importante de empleos, generando así su poder de negociación con el Estado mexicano, ya que la salida de estas ocasionaría aumentos en las tasas de desempleo, lo que genera cierta dependencia del Estado sobre las empresas multinacionales.

Hay que ser claros: no se está diciendo que la IED es perjudicial para la sociedad, ni sus objetivos primordiales están mal fundamentados ni va en contra del bienestar de los individuos, ya que puede ser una buena salida de emergencia para la creación de algunos empleos y, principalmente, para la transferencia de tecnología y la creación de cadenas de valor que favorezcan a pequeñas empresas mexicanas.

La principal crítica es a la inversión extranjera directa masiva. Esta gran dependencia que el Estado mexicano ha establecido en torno a la participación de empresas extranjeras, y al parecer, la estrategia dominante (y a veces única) en la búsqueda de la generación de empleos, crecimiento económico y reducción de la pobreza. Esta IED masiva es, en gran parte, la que ha distorsionado el ambiente social y político de nuestro país, debido a la importancia y al peso desmedido que se le ha dado en el funcionamiento de nuestra economía.

Una de las decisiones políticas que más se critica y que tiene por objeto mantener la IED intacta debido a la gran importancia que ha ganado en el país y que al mismo tiempo genera un impacto directo en el desarrollo de la sociedad, ha sido la de mantener las tasas de interés altas por algunos periodos, con el objeto de evitar la salida de capitales e incentivar al entrada de nuevas (Acevedo y Rosales, 2007), lo que impacta negativamente en la inversión nacional y fomenta al avance de la inflación. Además, como ya se ha visto, el salario mínimo ha sufrido modificaciones muy pequeñas que no tienen impacto real en el poder adquisitivo.

Por último, según Piketty (2014), la IED masiva parece estancar a los países, debido, principalmente, a la gran inestabilidad que genera (por cuestiones como la tasa de interés) y a que los países ricos o inversionistas poseen gran parte de los países pobres o receptores y se llevan una cantidad importante de la riqueza generada a su país de origen. Tal es el caso del continente africano, o en menor medida Latinoamérica, contra el continente asiático, específicamente el caso de China.

Este aspecto, analizado desde un punto de vista internacional o entre países, ocasiona que los países pobres sean pobres doblemente, y los ricos sean cada vez más ricos. Los países ricos que invierten en los países pobres logran un ingreso nacional superior al valor de su producción debido al capital invertido; mientras que los países pobres logran un ingreso nacional inferior al valor de su producción, ya que parte de esta se va a los países extranjeros dueños del capital.

Además, cuando los países pobres deben recurrir al endeudamiento para solventar la falta de recursos que dejan escapar debido a la competencia mundial para atraer IED, muchas veces son los países ricos los que deciden financiar la deuda externa de estos países, lo que conlleva a que en el futuro se les haga el pago del capital más los intereses, lo que hace que la divergencia entre países siga creciendo y que el desarrollo nacional y el bienestar social se rezague.

Conclusiones

La estrategia de inversión extranjera directa masiva a la que ha incurrido México como fuente de empleos como una vía rápida y directa para aumentar el crecimiento económico año tras año, repercute directamente en el escaso desarrollo de la sociedad e impacta también en las finanzas públicas del Estado. Esto se ha visto evidenciado en la proporción del ingreso nacional sobre el producto interno bruto en los últimos años, lo que ha permitido que solamente el 15 por ciento del valor de la producción sea repartido entre los mismos mexicanos. También ha quedado claro en la necesidad de financiamiento del Estado a través de la deuda debido a las grandes cantidades de dinero que ha perdido debido a los rubros de exención fiscal sobre las grandes firmas multinacionales que vienen al país mediante la IED.

Además, la entrada masiva de empresas extranjeras al territorio nacional ha devenido en falta de oportunidades, empleos de mala calidad y un rezago en materia laboral, lo que se ve reflejado en el número de personas con estudios y que viven en la pobreza (30 % de la población en América Latina), así como que gran cantidad de personas que tienen trabajos formales están sumidos en la pobreza, a causa de las bajas remuneraciones y la falta de oportunidades.

Con estas decisiones se observa la mentalidad cortoplacista del gobierno mexicano y de la mayoría de países en vías de desarrollo que optan por esta estrategia. Alentar y proteger a inversionistas extranjeros a costa de debilitar y desamparar a los trabajadores, emprendedores y pequeños empresarios locales ha sido la realidad de México y otros países. Además, estos resultados a corto plazo son más para tener golpes mediáticos a lo largo de las administraciones públicas que para lograr resultados y mejorar la calidad de vida de los habitantes.

Referencias

Acevedo, V. y Rosales, S. (2007). ¿Internacionalización, globalización o regionalización? Revista Nicolaíta de Estudios Económicos, 1 (2), 95-112.

Banco Mundial. (Página oficial en español). 2015.

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